martes, 7 de enero de 2014

El mal se autorregula

El tráfico en Dubai es, sencillamente, lo peor, y así se refleja en el índice de accidentes. Un sinfín de factores contribuyen a ello: población local impune ante infracciones, indiferente ante las cantidades a pagar aunque no fuera así, e invulnerables porque conducen tanques más que coches; pasión por los coches desmesuradamente potentes y su uso acorde; una nutridísima representación india-pakistaní (son los que más se matan por aquí) que no duda en conducir de la manera en que lo hacen en su país (cosa que hay que ver para creer), pero en carreteras de ocho carriles y a 120 km/h; población mayoritariamente masculina y joven, hormonada en consonancia; la misma veneración por los teléfonos móviles y su uso continuo que en el resto del mundo; diseño vial que provoca que cualquier error te cueste no menos de veinte minutos de retraso en llegar a tu destino (en toda salida de una autopista hay normalmente alguien haciendo alguna animalada: tomarla desde varios carriles más a la izquierda venga quien venga, pararse en el arcén y dar marcha atrás...). Conducir aquí es asistir a una demostración constante de todos y cada uno de los malos hábitos al volante, importados de todas partes del mundo; desde la inexistente señalización de las maniobras (los árabes son líderes mundiales en esto, parece ser) hasta el "tailgating" (pegarse al coche de delante), generalmente acompañado por el uso de las luces largas ante la creencia sincera de que el que va más rápido tiene prioridad, y por tanto el coche de delante debe desintegrarse para dejar paso. En general, conducción "a la ofensiva": yo hago lo que quiero y el resto que se adapten. Y lo peor de todo es que el punto de equlibrio del sistema está en el lado oscuro: si observas una distancia de seguridad con el de delante es peor, porque alguien se va a colar en medio, provocando una situación más peligrosa que la que pretendías evitar; si se usa el intermitente para cambiar de carril, el que está por detrás en el carril de destino siempre acelera para cerrarte el paso (una cuestión de orgullo, quizás; yo no lo entiendo), así que acaba siendo mejor no usar los intermitentes; si cedes el paso a un peatón en un paso de cebra estás firmando su sentencia de muerte a manos del del carril contiguo... y así. El único punto a favor es que a casi nadie se le ocurre coger el coche habiendo tomado ni una gota de alcohol, por la cuenta que le tiene. Pero por otra parte esto redunda en la abundancia de taxis, cuyos conductores unen a todas esas lindezas el interés por hacer cuantas más carreras mejor, haciendo en muchas ocasiones añorar los conductores ebrios. Añadamos el bonus veraniego de los constantes reventones de neumáticos a causa de deficientes mantenimientos unidos a temperaturas de asfalto extremas. ¿Se puede empeorar?...