jueves, 17 de julio de 2014

Memorias de los Urrieles: El Cable - Collada Blanca.

Una de las grandezas del Pico de Europa es que nos permite soslayar la maldición gitana que tenemos en Asturias con la meteorología estival. Por ejemplo, entrando por la Liébana. Así de paso podemos aprovechar el remonte del teleférico de Fuente Dé para, incluso no madrugando y añadiendo el tiempo empleado en el viaje, poder todavía realizar alguna actividad interesante, como la subida a la Torre de los Horcados Rojos. Qué barbaridad, casi treinta años viniendo por estos parajes y nunca había acometido este auténtico clásico.


¿Y por qué es un clásico? Pues porque la sube más o menos cualquiera y el panorama es de espatarrar; poca cosa eminente del Macizo Central hay que no se vea desde esta torre. A un lado: el camino de subida desde la estación superior del teleférico, la canal de la Jenduda (lo suyo con tiempo hubiera sido dejarse de remontes mecánicos y subir por ella) y toda la crestería que se va alzando desde la torre de Altaiz hasta el sector del Llambrión, terminando con la torre de la Palanca. Y al fondo, la Cordillera, con el Coriscao.


Y por el otro, el Tesorero como siempre a su bola, todo el sector de Cerredo, el Urriellu por ahí asomando, los grandes desconocidos que lo acompañan (Campanarios, Tiros Navarro, Santa Ana) y, para cerrar, el clásico tándem Peña Vieja - Peña Olvidada. Y al fondo Peña Maín, la maldición gitana convertida en complemento paisajístico y la sierra del Cuera. No está mal. 


Pues hala, a celebrarlo con una cervecita en Cabaña Verónica y de paso recabar información al solitario guarda, porque a partir de aquí nos adentramos en terreno desconocido.

Cabaña Verónica, que no es cabaña sino torreta antiaérea de portaaviones, es el refugio más extremo de Picos de Europa, a 2325 m. de altitud y en un paraje la mayor parte del año cubierto por la nieve y atacado por unas condiciones climatológicas de duras para arriba. Por difícil que resulte creerlo, fue por 24 años guardado durante todo el año por el mítico Mariano, a quien tocó una y otra vez salir en ayuda ante cualquier percance ocurrido por las cercanías, desde el escalador de élite colgado del pico San Carlos con una fractura hasta el turista en chanclas que perdió el último teleférico. Lo que no se habrá llevado a la tumba ese hombre...


Y seguimos hasta la Collada Blanca, donde ya me olía yo, y me confirmó el guarda, que tenía que haber alguna buena habitación tranquila y con vistas. Pues hala, se acabó por hoy. A 2400 metros, inmejorable lugar para dormirse contando estrellas fugaces.